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2/3/12

No es indicio de salud el estar bien adaptado a una sociedad enferma

Existió. Rico era un habitante de un planeta de características inquietantes. El planeta estaba echo de un débil cristal cuyo cristal encerraba en su interior un gigantesco corazón que palpitaba haciendo templar la superficie. Este enorme corazón no apareció allí por casualidad, el corazón es el conjunto de miles de pequeños corazones que juntos movían la eternidad, pero ¿De donde salieron estos mini corazones? Estos corazones tenían dueño, los corazones son de los habitantes del planeta. Seres sin corazón al haberlo entregado como condición de quedarse en la superficie y no ser devorados por el vacío oscuro y turbio. Nadie sabía para que serbia un corazón, excepto Rico. Rico, al igual que su planeta, tenía unas características inquietantes. Él sí tenia su corazón. 
Cuando los habitantes del planeta de cristal nacen, son sometidos a una operación complicada en la que cambian corazón por necesidad, uno de los miles de requisitos que les ponen los "corbata" para vivir en "paz" en este frío suelo de cristal. 


Aclaración: Los corbata son los seres que escribieron estas normas, nadie los ha visto pero cuenta la leyenda que son tan feos, tan feos que los ciegos son ciegos por haber cruzado su mirada con ellos alguna ves. Cuando aparecen en público, nadie osa mirarlos por miedo a quedarse ciegos o faltarles el respeto.


Para realizar esta operación todos los recién nacidos tienen que hacer una cola infinita y esperar su turno, cuyo objetivo también es implantarles la paciencia desde pequeños. Siempre hay excepciones, y se escapa algún niño, pero a medida que pasan los años, los encuentran entre la multitud a todos, ya que destacan mucho por su incapacidad de frialdad ante sucesos rutinarios como el obedecer ciegamente al color de los semáforos, nadie puede esperar que un peatón acabe de pasar si el semáforo ya está en verde, o la expresión de cansancio al volver de su trabajo. Pero Rico era una de esas excepciones. Había sobrevivido en esta jungla treinta y cuatro años y nadie ha notado algo raro en él, ya que hace lo imposible para disimular su corazón. 


Rico, a diferencia del mundo, sentía todo muy cerca, tenía sueños y objetivos, tenía pasión y carecía de algo que todos tenían, de miedo. Él quería que los demás tuvieran su corazón, así que todos estos años ha ido planificando un maravilloso plan con el cual viajaría al centro del planeta, robaría todos los corazones y los devolvería a sus dueños. Pero esto era una utopía, sabía que sería enviado al vacío si tan solo olían el plan.
Estaba harto, lloraba sin consuelo todos los días de su vida, estaba pálido, cuya palidez debía ser ocultada con maquillaje. Se crió solo, y solo se quedó. En realidad todos estaban solos, así que nade sentía soledad porque siempre han estado solos, pero Rico sentía la necesidad de que alguien como él lo escuchara. Él quería hablar, gritar. Pero los que gritaban acababan en un único lugar, en la Cárcel de los Sofás donde eran obligados a mirar unas imágenes escondidas en un aparato cuadrado que decía cosas como "sois libres, sois felices, sois obedientes..." así durante años hasta haberlos convencido, y una ves recompuestos, volvían a las calles. 
Rico había averiguado la ubicación de esa cárcel, ya que les vendaban los ojos al ir. Según tenía entendido estaba debajo de la ciudad, en unas cuevas, cuyas cuevas a su ves están encima del gran corazón. Eso había llevado a Rico a planear su plan. Él debía hablar, no demasiado, pero hablar delante de todos y así ser enviado a las cárceles donde, más cerca del corazón, podría intentar robarlo. 


Todo estaba programad para mañana por la mañana. Los corbata visitarían la ciudad después de quince años y darían su discurso. Rico levantaría su cabeza y mirándolos fijamente a pesar de la leyenda, gritaría lo que siempre ha querido gritar. Esa noche no durmió, no podía.


Al día siguiente, a las seis de la mañana ya estaba en la plaza, la gente se aglomeraba en la vía y silenciosamente se colocaban en filas muy ordenadas y perfectas. Solo eran eso, filas. 
Sonaron las trompetas, todo el mundo mirando hacia el suelo, que estaba muy limpio la verdad. Los corbatas hacían oír sus pasos, fuertes, decididos. La sombra de sus zapatos eran enormes. Todos temblaban ante los desconocidos. Y empezó su discurso el corbata mayor:


- Buenas mañanas mi queridísimo ganado. Después de quince vacíos años de vuestra existencia veo que seguís aquí igual de tranquilos y retrógrados.


He de aclarar que la mayoría de la población tenía un léxico mínimo y no entendía la mayoría de los términos


-Hoy tenemos el orgullo de leerles una nueva orden escrita y firmada por nosotros mismos, los cuales solo pensamos en vuestro bienestar y vuestra felicidad absoluta. Primero, hemos tomado la decisión de quitar todos los monumentos de los parques, casas, calles, centros comerciales, etc...por la debida información de la aproximación de un pequeño terremoto que, si llegase a realizarse, podría derribar los monumentos haciendo romper el cristal del suelo y acabando con nuestro oxígeno, el cual lo atraparía todo el corazón central al que adoráis y rezáis cada día, ya que sin él no existiríamos. (Ignorando el pueblo que todo lo que hacen es adorarse a sí mismos, ya que el corazón era de ellos, y la vida también) Los monumentos serán recolocados  al acabar con estas probabilidades. Segundo, el cielo está muy....


Siguió hablando como si no hubiese un mañana, era el momento. Rico levanto su cabeza, el corbata mayor se percató del movimiento, lo miró, se miraron....


Continuará.  

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